Reflexión de noviembre

María del Valle
Soy Humana
July 8, 2025

Últimamente siento que vivo en una montaña rusa de procesos. Cuando miro hacia atrás, o escucho las historias de mis amigas, de mi madre o de mi hermana, me doy cuenta de que todos estamos atravesando algo. Vivimos constantemente en un “proceso” que parece no tener fin. Pasamos de uno a otro sin darnos cuenta, pero supongo que eso es la vida: aprender y desaprender, para luego volver a aprender.

Y aceptando que así vivimos todos, surgen en mí varias preguntas:¿En algún momento esto se detendrá?

¿Alguien más está agotada de vivir así?¿Se puede pedir un “tiempo fuera”?

Este año, para mí, ha estado saturado de procesos. Comenzando porque dejé hábitos que ya no podía —ni quería— seguir sosteniendo; viví un duelo profundo e intenso; y económicamente fue un año de siembra… o de vacas flacas, como dicen por ahí.

Y aquí estoy, en noviembre, mirando hacia atrás y pensando: “Se puso durísimo, intenso, lleno de incertidumbre, pero… pasó.”Y eso me consuela.

Porque los procesos no son eternos, aunque sí desconcertantes, estresantes, a veces desgarradores y otras, incluso, perturbadores.

Mi mayor aprendizaje de todo este año fue la fluidez con la que encaré y asumí lo que estaba pasando. Como decía una amiga de mi hermana: “Tú afloja la pelvis y déjate llevar.”

Tal cual. Eso hice: me dejé llevar por la vida y sus fluctuaciones; subí al cielo cuando así lo quiso y me agaché a pedir perdón cuando fue necesario. Pero eso sí, siempre me mantuve en gratitud, con la convicción de que todo lo que estaba pasando era —de alguna manera— para mi mayor bien.

Después de toda una vida creyendo, ilusamente, que tenía el control, entendí que la vida se trata de bailar con ella, con sus cambios, sus curvas y sus tormentas. Lo que me ha salvado, una y otra vez, es confiar.

Confiar en la vida.Porque aunque crea que nado en una dirección, el mar ya decidió a qué orilla voy a llegar.

Y cuanto menos fricción, cuanto menos resistencia pongo al cambio, más rápido pasa… y más claro me queda el por qué y el para qué de cada proceso.

La vida es un caminar interminable de enseñanzas y aprendizajes. Lo sé, porque lo he visto con mis propios ojos y lo he sentido en mis entrañas. En mis momentos más difíciles, he confiado ciegamente en algo superior, inexplicable —llámalo fe, espiritualidad o entrega—, pero después de cada tormenta, siempre ha llegado la calma. Y en esa calma, he podido ver con claridad la sabiduría de lo que fue.

Porque cuando un proceso termina, otro comienza.

Eso es tan inevitable como la muerte.

Así que el verdadero reto no es evitar los procesos, sino cómo los atravesamos.

Y para mí, las mejores armas han sido tres:la paciencia, la gratitud, y la confianza.

Porque vivir es eso: confiar en el proceso, incluso cuando no lo entendemos.

Cada historia que escribo nace de algo que sentí profundamente. No están aquí para enseñarte nada, pero ojalá alguna te abrace, te haga pensar, o simplemente te haga sentir que no estás sola.