Mi primera historia - Voces que sanan
.jpg)
Nuestra lectora Manuela Casique nos comparte una historia íntima y valiente:
la decisión de retirarse los implantes que durante años creyó necesitar para sentirse completa.
Un testimonio sobre cicatrices, libertad y volver a habitar el cuerpo desde el amor.
Ojalá sus palabras te abracen. Gracias, Manuela.
Me sumo al grupo de las que se hicieron explantación de prótesis mamarias.
Para ahorita, estaría cumpliendo 18 años con prótesis mamarias, casi la mitad de mi vida, pero en mayo de 2022 me sometí a una cirugía para retirarlas; una de ellas se había encapsulado; después de 15 años, mi cuerpo las estaba rechazando. Para ser sincera, hace rato que yo también ya estaba aburrida de ellas; eran demasiado, no eran mías, ya no las quería, no me imaginaba alimentando un bebé con un plástico dentro de mí. Pero tampoco estaba lista para tomar la decisión de entrar a quirófano únicamente “por gusto”.
Sí, las lloré; cuando supe que la recomendación era quitarlas, lloré, no me acordaba quién era yo sin ellas, pero nunca pensé en poner unas nuevas. Resulta que después de 15 años ya emocionalmente no las necesitaba; no deseé someterme a una cirugía estética más. Si le pudiera decir a la Manuela de 20 años que no necesita unas tetas para ser más mujer, que así como es está completa, quién sabe si me hubiera escuchado; a los 20 años no creemos mucho más que en nosotros mismos.
¿Que por qué me las puse? Por inseguridad, por querer ver en el espejo el cuerpo que la sociedad y yo pensábamos que era de una mujer.
Ahora les digo, me siento libre. Tengo unas chichis que no conocía, no son las que tenía antes de operarme y lo más importante es que, 2 años después, pudieron alimentar a mi hijo aun cuando fueron sometidas a 3 cirugías, ¡qué bárbaro!
Me di cuenta de que unas chichis no me definen, y agradezco infinitamente también haberlo hecho, por lo que aprendí. La sociedad y el lugar en donde vivo, la comunidad con la que convivo, me han dado toda la seguridad que siento ahora.
Sigue siendo difícil verme al espejo; ahí están las cicatrices de mis decisiones y todos los días las veo, aunque me queda clarísimo que somos las decisiones que tomamos.